viernes, 3 de agosto de 2012

XXII Festival Flamenco de Fondón

[El pasado 1 de agosto de 2012 en la era de Tomatito de la localidad alpujarreña de Fondón se celebró la vigésimo segunda edición de su tradicional Festival Flamenco. Éste es el texto de mi presentación]

Primero fue el flamenco. Es verdad que luego aparecieron el encanto de su valle, el río, la sierra, la vega, el vino, los embutidos... Pero, lo reconozco, primero fue el flamenco.
Después del paisaje llegó el paisanaje. Sin este vecindario, Fondón no sería lo que es, ni el flamenco se hubiera vestido con la enjundia que lo ha hecho en estos ya 22 años de vida, por derecho propio y con el empeño de los aficionados que aman este arte.
Pero lo que primero me hizo echarle el ojo a este terruño alpujarreño fue el flamenco. Por eso, y por todo lo que me atrajo a continuación decidí ser un fondonero más.

Uno como aquéllos que antaño en la plaza Mayor se encontraban y convivían. Algo así como estamos haciendo esta noche en esta era a la que hace dos lustros rebautizamos como la de Tomatito; y en la que en lugar de trillar hemos hecho un trueque natural para que prevalezca el intercambio artístico.
Aunque tampoco distará mucho de lo que se hacía en los tiempos de siega: es decir, cantar. Lo hacían en cualquiera de las eras de aquí, o en las de Fuente Victoria, o en las de Benecid, ahora en fiestas.

Los repobladores que castellanizaron este éxodo morisco se dejaron cautivar por los influjos de una huella tan imborrable como la de la herencia del islam.
Los árabes no dejaron sólo canela, clavo, sésamo, miel, piñones, nueces o almendras para hacer el bacalao de pastores con el que aún se relamen las abuelas cuando lo recuerdan; ni la carne al ajo cabañil, ni el potaje minero que llenaba de efluvios las galerías de esa ladera de la Sierra de Gádor y sus entrañas. En este viejo núcleo de tradición islámica también se adoptaron gestos, expresiones, palmeos, ritmos y compases que cimentaron un puente artístico por el que hoy transitan el quejío y el rasgueo de guitarras.

A esa comunión también contribuyeron los mineros, no sólo en sus fiestas, sino también con sus letras de lamentos. Al igual que los cantes de ida y vuelta, la población fondonera vacilaba al capricho de cuando se cegaban o abrían nuevas vías en las minas de plomo. Pues, sin ir más lejos, como esta noche: una lengua de aficionados flamencos que serpentea por los vericuetos de Fondón para desembocar en este acontecimiento que cada agosto perturba La Alpujarra.

Y al final, antes del cante, el silencio. Si acaso sólo interrumpido por los chorros de agua de alguna fuente; como dentro de un instante irrumpirá un quejío en la madrugá impregnada de aroma a jazmines.   

El periodista Antonio Sánchez de Amo y el flamencólogo José Antonio López Alemán durante la presentación del Festival. Foto de Javier Alonso
Pero mejor separemos el grano de la paja, y dejemos que sean los entendidos quienes ilustren sobre los invitados del cartel de esta noche. Si bien permítanme que antes les revele algunas de las aventuras y desventuras que hace 21 años, en la primavera de 1991, hacían juntos dos treintañeros del flamenco: José Mercé y Fernández Torres, Tomatito.
Estaban a pocos kilómetros de aquí. En el pueblo vecino de Berja. La Diputación de Almería contrató aquel año al cantaor para vestir de lujo su circuito provincial de flamenco que recorrería también las localidades de Macael, Serón y Oria.

"¿Y quién le va a tocar al de Jerez, sobrino como es de Sordera?", vinieron a preguntarle los pichuleros de Diputación al que en aquel año era la primera vez que hacía las labores de asesor flamenco de la institución, el hoy renombrado José Antonio López Alemán: "¡Tomatito, quién si no!", espetó el reputado flamencólogo; alta distinción que tampoco desea ostentar.
El de Pescadería no dijo que no. Pero puso una condición: "Si me llama el de la Isla para que le toque buscaros a otro porque yo no le fallo a Camarón".

Ésa es su estirpe, como la de otros dos benjamines que también aparecerán ahora. El de Enrique Morente, que no pudo pisar este escenario y hoy lo hará en su representación su hijo Quique. Y el de Tomatito, que rendirá un homenaje a su abuelo con una zambra, esa fiesta gitana semejante a la que empleaban los moriscos, con su bulla, baile y regocijo.

Y después de esta noche el tiempo parecerá inmutable, como las piedras de pizarra que nos rodean. Pero el tiempo seguirá, y el Festival de Flamenco de Fondón pellizcará un año más, con el mismo duende que nació: la pasión y la ternura de su misterioso embrujo.

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