sábado, 25 de agosto de 2012

El concejal de la basura

Recuerdo que hasta no hace mucho tiempo se le llamaba concejal de la basura al edil responsable de los desperdicios urbanos. La eufemística sociedad en la que nos hemos instalado hemos acabado rebautizándolo como el concejal de la limpieza.
Acabo de llegar de viaje de vacaciones. Es un topico decir que no sabemos lo que tenemos (o lo que no tenemos) hasta que no sales fuera de tu rutina. Pero en este caso se cumple el dicho. Ya no tanto por lo que he visto como por la impresion que me he llevado cuando he pisado de nuevo las calles de Almería. Antes de irme escuché a un concejal capitalino decir que las calles de nuestra ciudad estaban más límpias que nunca, que las quejas vecinales sobre la suciedad callejera era fruto del sopor veraniego; vamos, que a los almerienses les va la imaginación cuentista.
Desde que leí 'El Perfume', de Patrick Süskind, desarrollé un extraordinario sentido del olfato. Oye, pues me he dado cuenta de que ya se me había acostumbrado la pituitaria al endémico olor almeriense; porque allende he descubierto que hay otros aromas callejeros: límpios, sanos, afrutados, refrescantes...
Pienso que además de ejercer la noble e instructiva afición de leer, es también aconsejable viajar. Además de conocer otras buenas costumbres que imitar, sirve para descubrirse la viga en el ojo propio, porque después de quitarme las legañas he visto esquinas malorientes de orines etílicos de incontinentes maleducados; excrementos perrunos de dueños desaprensivos; detritos putrefactos junto a contenedores abiertos after hour; mierda sobre las aceras que llevan lustros sin verle el rostro a un barrendero frotando a fondo con desinfectante para arrancar de su superficie la desidia de esta ciudad, incrustrada hasta las entrañas y gritando a voces que se le llame basura a la basura y limpieza a la limpieza.

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