martes, 17 de abril de 2012


Como agua en la arena
[Café de Opinión de Almería Acoge > 7 marzo 2012]

Aun siendo diminutas partículas desprendidas de las rocas, la arena en su conjunto forma un todo. No sería exacto decir que algunas son invisibles por el simple hecho de que no seamos capaces de distinguirlas de sus aparentes gemelas en la orilla de una playa; ni verdad sería negar su existencia por la evidencia de que se confunden entre las capas de terrenos resbaladizos. Sin embargo, si sobre ella vertimos un chorro de agua, al cabo de un instante no quedará rastro aparente del líquido elemento.

Algunas de esas gotas de agua que humedecen la sociedad almeriense se sentaron a la mesa del Café de Opinión que Almería Acoge organizó para el mes de marzo sobre los movimientos migratorios. Nos pusieron sobre aviso antes de hincarle el diente al primer plato: "Hoy nos acompañan unos desconocidos; quienes no tienen relación con nadie". Su drama, además de haber abandonado su país, es la imposibilidad de existir porque legalmente no tienen derechos para permanecer en el nuestro.

Advierto: sus testimonios no distan demasiado de los escuchados en los últimos 25 años a otros centenares de miles de inmigrantes. Pero no por repetido suena menos escalofriante ni solicita entrada libre en el mundo del olvido.
Hatim tiene 45 años. Llegó a la Península escondido en los bajos de un camión de transporte de mercancías que provenía de su país natal: Marruecos. Es diplomado forestal, y al segundo año decidió abandonar los estudios de una nueva carrera universitaria que estaba cursando: Física y Química. Al igual que sus compatriotas, tiene la facultad innata de aprender idiomas al vertiginoso ritmo que un almeriense es capaz de comerse letras en cada palabra que pronuncia. Sólo hace un mes que comenzó a recibir clases de español y durante este encuentro no dejó ni una sola frase sin construir con significado y significantes mensajes.

Habla taciturno. Sólo se desprende del pesimismo cuando recuerda a quienes le ayudan en la clandestinidad: desde los que les dan un techo a los que les procuran ropa. "En Nador dejé mi Visa, mi pasado... Ahora la prioridad es aprender castellano para encontrar trabajo; porque en España se puede respirar, se tiene esa sensación de libertad que tanto se añora en mi país. Allí lo que hacemos es sólo soñar con respirar".

Claude nació más al Sur, hace 27 años, en Mauritania. Sin embargo, para llegar a España (sólo hay un país en medio) tuvo que atravesar cinco estados: Camerún, Nigeria, Níger, Argelia y Marruecos. Para la gente aficionada a contemplar desde el sofá de casa programas estilo 'Viajeros por algún lugar del mundo', lo de este africano fue multiaventura trepidante lo que hizo en una semana: los valles de Nigeria los transitó en camello y combatió las bajas temperaturas nocturnas del Sahara durante tres noches.

La expedición la componían 40 inmigrantes más. La mitad murió por el camino. "Tienes que abandonarlos; no te quedan fuerzas para salvarlos. Si lo intentas, la muerte te arrastra también a ti". No es sólo lo que cuenta, sino lo que muestra. La tarjeta sim de su smartphone BlackBerry atesora las fotografías de ese periplo: descarnadas, sin editar, sin el tamiz del ojo occidental, ahorrando cada soplo de batería desmontándola del móvil para que la duración fuera mayor, bebiendo sólo un sorbo de agua cada 50 km. para que la cantimplora no se secara durante el trayecto, y "andar, andar, andar...".

La esperanza se llama Moguedte, una senegalesa de 21 años que llegó a Almería hace ocho por reagrupamiento familiar. Sonríe con una naturalidad contagiosa. Termina las frases con idéntico deje al de David Bisbal; lo adoptó a partir de los 13 años compartiendo conversaciones con sus compañeros de instituto, al mismo que acude su hermano pequeño. De su tierra atlántica se ha traído centenarias recetas culinarias que ahora repite en momentos especiales. "A mi familia prefiero cocinarle unas lentejas o un cocido; es mucho más fácil y más rápido". Lo sabe por experiencia: se ha hecho cocinera profesional guisando para todo el campamento militar de la Legión en Viator. Acude diariamente. A veces, como extra intercultural les prepara unas empanadillas senegalesas que les encantan. "Mi contrato fue muy sencillo y bastante normal: vi una oferta laboral, llamé, me hicieron una prueba, comprobaron mis dotes culinarias y desde entonces ocupo esa plaza". Una gota de agua que se ha petrificado.
Los amigos de Almería Acoge y sus amigos nos están malacostumbrando. Antonio, Javier, Anuska y yo, los periodistas que habitualmente acudimos a este encuentro de conocimiento e hiperrealidad, nos hemos habituado a comer bien. Bien en el sentido de diferente, exótico y de aumento de condimentos para todos nuestros sentidos. En esta ocasión, la mano que meció nuestro paladar fue la de Moguedte. El pedigrí de marzo traía el sello senegalés, con una ternera en salsa de cacahuete a la que en su país llaman 'mafe', acompañada de arroz blanco y regada con 'bissamp', una bebida refrescante hecha en su casa a base de agua de azahar, hierbabuena y flor de hibisco. (Fotos: Ginés Parra)

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