Como agua en la arena
[Café de Opinión de Almería Acoge > 7 marzo 2012]
Aun
siendo diminutas partículas desprendidas de las rocas, la arena en su conjunto forma
un todo. No sería exacto decir que algunas son invisibles por el simple hecho de
que no seamos capaces de distinguirlas de sus aparentes gemelas en la orilla de
una playa; ni verdad sería negar su existencia por la evidencia de que se confunden
entre las capas de terrenos resbaladizos. Sin embargo, si sobre ella vertimos
un chorro de agua, al cabo de un instante no quedará rastro aparente del
líquido elemento.
Algunas
de esas gotas de agua que humedecen la sociedad almeriense se sentaron a la
mesa del Café de Opinión que Almería Acoge organizó para el mes de marzo sobre
los movimientos migratorios. Nos pusieron sobre aviso antes de hincarle el
diente al primer plato: "Hoy nos acompañan unos desconocidos; quienes no tienen
relación con nadie". Su drama, además de haber abandonado su país, es la
imposibilidad de existir porque legalmente no tienen derechos para permanecer
en el nuestro.
Advierto:
sus testimonios no distan demasiado de los escuchados en los últimos 25 años a otros
centenares de miles de inmigrantes. Pero no por repetido suena menos
escalofriante ni solicita entrada libre en el mundo del olvido.
Hatim
tiene 45 años. Llegó a la Península escondido en los bajos de un camión de transporte
de mercancías que provenía de su país natal: Marruecos. Es diplomado forestal,
y al segundo año decidió abandonar los estudios de una nueva carrera
universitaria que estaba cursando: Física y Química. Al igual que sus
compatriotas, tiene la facultad innata de aprender idiomas al vertiginoso ritmo
que un almeriense es capaz de comerse letras en cada palabra que pronuncia. Sólo
hace un mes que comenzó a recibir clases de español y durante este encuentro no
dejó ni una sola frase sin construir con significado y significantes mensajes.
Habla
taciturno. Sólo se desprende del pesimismo cuando recuerda a quienes le ayudan
en la clandestinidad: desde los que les dan un techo a los que les procuran
ropa. "En Nador dejé mi Visa, mi pasado... Ahora la prioridad es aprender castellano
para encontrar trabajo; porque en España se puede respirar, se tiene esa
sensación de libertad que tanto se añora en mi país. Allí lo que hacemos es sólo
soñar con respirar".
Claude nació más al Sur, hace 27 años, en Mauritania. Sin embargo,
para llegar a España (sólo hay un país en medio) tuvo que atravesar cinco
estados: Camerún, Nigeria, Níger, Argelia y Marruecos. Para la gente aficionada
a contemplar desde el sofá de casa programas estilo 'Viajeros por algún lugar
del mundo', lo de este africano fue multiaventura trepidante lo que hizo en una
semana: los valles de Nigeria los transitó en camello y combatió las bajas
temperaturas nocturnas del Sahara durante tres noches.
La expedición la componían 40 inmigrantes más. La mitad murió por el
camino. "Tienes que abandonarlos; no te quedan fuerzas para salvarlos. Si
lo intentas, la muerte te arrastra también a ti". No es sólo lo que
cuenta, sino lo que muestra. La tarjeta sim de su smartphone BlackBerry atesora
las fotografías de ese periplo: descarnadas, sin editar, sin el tamiz del ojo
occidental, ahorrando cada soplo de batería desmontándola del móvil para que la
duración fuera mayor, bebiendo sólo un sorbo de agua cada 50 km. para que la
cantimplora no se secara durante el trayecto, y "andar, andar,
andar...".
La esperanza se llama Moguedte, una senegalesa de 21 años que llegó a
Almería hace ocho por reagrupamiento familiar. Sonríe con una naturalidad
contagiosa. Termina las frases con idéntico deje al de David Bisbal; lo adoptó
a partir de los 13 años compartiendo conversaciones con sus compañeros de
instituto, al mismo que acude su hermano pequeño. De su tierra atlántica se ha
traído centenarias recetas culinarias que ahora repite en momentos especiales.
"A mi familia prefiero cocinarle unas lentejas o un cocido; es mucho más
fácil y más rápido". Lo sabe por experiencia: se ha hecho cocinera
profesional guisando para todo el campamento militar de la Legión en Viator. Acude
diariamente. A veces, como extra intercultural les prepara unas empanadillas senegalesas
que les encantan. "Mi contrato fue muy sencillo y bastante normal: vi una
oferta laboral, llamé, me hicieron una prueba, comprobaron mis dotes culinarias
y desde entonces ocupo esa plaza". Una gota de agua que se ha petrificado.
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