sábado, 21 de enero de 2012

El peligro de la locura
En verdad, qué nos importan los locos. Me refiero a la sociedad en general, a la que está inmersa en la locura, en la vorágine de la supervivencia, que no deja de ser un delirio permanente. Los medios de comunicación han contribuido siempre al dibujo del perfil homogéneo de la enfermedad mental. Lo hizo la prensa, luego el cine y ahora lo perpetúan la televisión e internet. Así que el análisis de los estragos que hacemos los informadores es un estupendo punto de mira para averiguar qué pasa por nuestras cabezas; me refiero a las de la gente corriente.

La formación permanente, el reciclaje continuado de la clase periodística debería ser más un vicio que una práctica ocasional. Así que iniciativas como el seminario - taller sobre 'Salud Mental y Medios de Comunicación' organizado por la Unidad de Gestión Clínica de Salud Mental de Almería del Servicio Andaluz de Salud (SAS), dentro del convenio de formación continua de la Asociación de Periodistas almerienses y la Universidad de Almería, son vergeles en este desierto del desinterés y la autocomplacencia mediática.

Si a eso se le suma la extraordinaria capacidad comunicadora del psiquiatra Domingo Díaz del Peral, no es de extrañar que hubiera overbooking en esta sesión a la que acudimos más de una treintena de participantes (un sólo hombre). La inmensa mayoría eran estudiantes de Psicología, y sólo un tercio periodistas. Aquí cabe la reflexión de que la intrusión profesional llegará un día de la mano de quienes tienen doble formación en determinados asuntos, y de que serán de otras especialidades quienes seguirán dándonos lecciones de cómo hacer periodismo.

Aunque, la verdad sea dicha, ante maestros de la influencia y el manejo de la información como Domingo Díaz lo mejor es sentarse y aprender.

Pero retomando el arranque de este texto, cuando los periodistas nos preguntamos qué nos importa de los locos, respondemos lo que el resto de la sociedad: ¿son peligrosos? Hemos dibujado el perfil de esta enfermedad con tal carga de estigma que si tenemos que redactar urgentemente un titular preguntaremos si ha matado a alguien o si la agresión fue grave.

La controversia entre los profesionales de la psiquiatría y la comunicación llega cuando, por ejemplo, nos enfrentamos a la duda de si cualquier asesino se puede considerar un loco. Los primeros entienden que no. Alguien puede matar sin sufrir enfermedad mental: gente mala hay en todas partes. Pero el sentido etimológico de la palabra locura significa la desviación humana del camino marcado, del rechazo a las normas sociales que se ha establecido como convencionales.

Y quién no desea saltárselas de vez en cuando!?! ¿Estamos pues todos locos? Posiblemente, pero un trastorno mental grave viene motivado principalmente cuando se tiene una percepción alterada de la realidad; y eso le puede conducir a realizar actos agresivos. Supongo que alguien habrá definido ya qué es la realidad. Mientras tanto seguiremos aprendiendo.



Cualquiera en su sano juicio diría que éstos de las fotos estamos más p'allá que p'acá, con una tirita en la frente cual lepero que acaba de subir a un avión y ha leído sobre el quicio de la puerta: DC9. Pero no, estábamos haciendo Comunidad, creando una red compleja e invisible que sea capaz de romper estereotipos y anular hipocresías.

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